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El testimoni de Dolo Pérez. Dona, mare, amiga, treballadora… que ha decidit “no avergonyir-me de res i ajudar a altres dones/persones que tinguin el mateix problema que jo”

Érase una vez un mundo dónde las mamás que habían dependido de sus maridos y ni siquiera podían abrir una cuenta bancaria sin el consentimiento de su esposo, decidieron que sus hijas nunca dependerían de nadie, de forma que acordaron educarlas para un mundo de éxito y sabiduría sin olvidar lo que ya tenían aprendido.

Y en esa época nació María, una niña destinada a conseguir buenos propósitos. Desde pequeña ya cosechó grandes éxitos en campeonatos y concursos. Sabía que después del esfuerzo, viene la recompensa.

Desde pequeña quería brillar como una gran profesional y una gran persona. Su madre siempre le había recordado la importancia de un trabajo bien hecho y la importancia de ayudar a los demás. Así que María siempre buscaba la excelencia en cada proyecto de su vida. El mejor trabajo, la mejor familia, la mejor escuela para sus hijos, la casa perfecta… Había escogido el camino del éxito, así que simplemente se trataba de seguir adelante en la dirección adecuada.

Era la mujer perfecta, conseguía objetivos, atenta con todo el mundo, pendiente de las necesidades de los demás… era difícil que le pidieras algo y no estuviera dispuesta a ayudarte. La súperwoman perfecta. Nada más levantarse ya pensaba en todas las cosas perfectas que iba a hacer ese día para seguir mejorando y superándose.

María era invencible, robaba tiempo a Morfeo, negoció con Cronos su hora de comer, y habló con Afrodita. .. ¿Quién necesita amor si tengo perfección? Es curioso porque, aún teniéndolo todo, cada día el camino era más pesado y se le hacía más largo y tedioso hasta que, finalmente, cayó enferma.

En el hospital sufría pensando que nada iba a funcionar. María era súperwoman, así que ella era necesaria para el correcto funcionamiento del trabajo, de la familia, de los amigos, de… ¡TODO! La realidad fue que todo seguía adelante igual o de diferente forma, pero seguía su camino.

Entonces ella, ¿Quién era? ¿Cuál era su misión? ¿Su camino en la vida?

Mientras se daba cuenta en la cama del hospital que había perseguido quimeras, sintió el vacío sobrecogedor de su interior. Había luchado tanto por el éxito, las apariencias y los demás que ella no tenía nada, salvo un cuerpo… había querido ser la muñeca de moda, una muñeca de éxitos pero no una persona normal y corriente con toda clase de vivencias, buenas y malas.

El médico le notificó que había enfermado por no cuidarse lo suficiente y no estar pendiente de las necesidades de su cuerpo. Los días sin dormir, la mala alimentación y el no parar la habían convertido en un juguete roto.

Cuando uno toca fondo, sólo queda el camino de subida, de mejora. María lo sabía, era experta en proyectos pero no tenía fuerzas para coger un nuevo camino.

No estás sola, le dijeron su familia, amigos y compañeros. No nos gusta tener una madre/amiga/trabajadora perfecta, nos gusta tener una persona a nuestro lado. María lloró por no haber sabido valorar esas pequeñas cosas, rió por sentirse afortunada de tener personas a su lado que le podían ayudar, tuvo miedo de la nueva situación a la que se enfrentaba y se enfureció con ella por haber estado tan ciega de pensar que ella podía con todo… en ese instante se dio cuenta de que era una persona con sus virtudes y defectos y nadie iba a valorarla más o quererla más por intentar ser perfecta, al revés la búsqueda de la perfección la alejaba de sus seres queridos , incluso de ella misma.

María ya no es la muñeca perfecta, es la persona que hace lo que buenamente puede cada día, que pide ayuda, que comparte sus problemas e ilusiones, que escucha a los demás y a ella misma y sobre todo escucha su cuerpo, que al fin al cabo es el que la soporta cada día! Y desde entonces es mucho más feliz y disfruta la vida… no sólo piensa en mejorarla.